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Romanticismo Vampirico [Relato]

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Romanticismo Vampirico [Relato] Empty Romanticismo Vampirico [Relato]

Mensaje  Lionel Lun Dic 07, 2009 8:40 pm

Romanticismo Vampirico


¡Vendido al Conde Dorlac por mil francos! -Gritaba el siempre acertado vendedor en la gran subasta anual de la Realeza, en algún fastuoso palacio de la Francia de 1501.

Aquél cuadro era de un pintor. Algo ya conocido, pero poco, dado que solamente era encontrado entre las esferas de la más alta sociedad.

El nombre del pintor era Johan D'Arath. La subasta había empezado a las ocho de la noche, y ahora eran las dos de la mañana. Ya se había vendido todo lo que había por vender ese año. Johan platicaba amenamente con algunas damas de la Corte Francesa acerca de temas de arte, cultura y sociedad. Nada fuera de lo normal.

-¿Y qué hará mañana, Monsieur D'Arath? -Le preguntaba una hermosa dama al pintor-
-Mañana... Mañana iré a España. Tengo asuntos que arreglar con mi ... maestro.
-¿Y es cierto esa frase que dice "el aprendiz supera al maestro" -Preguntó con una sonrisa otra señorita que ahí estaba, en la tertulia.
-Bueno, no creo haberlo superado ya. Pero cerca quiero estar de eso. -Contestó con modestia el pintor.
-Vaya, que si no lo habéis superado ya, es porque vuestro maestro será en verdad prodigioso. -Dijo asombrada otra dama al ver la última pintura que salía del lugar.
-¿Y cuando regresarás de España, Monsieur? -Preguntó otra dama.
-Confío que pronto. -Respondió vivamente él- No podría estar lejos de gente tan linda como vosotras mucho tiempo.

Las damas se sonrojaron, Johan les sonreía de un modo carismático y ellas no podían menos que devolver la sonrisa.

Y así, en medio de palabrería formal, sonrisas, sonrojos y más palabrería, pasó el resto de la noche.

A lo noche siguiente, a las puertas de una casa muy lujosa se podía escuchar los cascos de caballos, el abrir de una pesada puerta de ébano y los pasos firmes de un hombre que salía de dicha puerta con un porte elegante... El mismo que la noche anterior había vendido varias pinturas en una subasta.
Subió al carruaje, y en seguida, el cochero gritó a los caballos y comenzó la marcha.

Una vez en España, en la zona que actualmente se conoce como Santander, Johan se instaló en una gran mansión, y por esa noche descanso tranquilo.

A la noche siguiente decidió salir a caminar por las calles en busca de un poco de paz, durante su paseo él escuchó música a lo lejos, que parecía venir de una pequeña taberna no lejos de las afueras de la ciudad, él se dirigió hacia el lugar como si estuviese hipnotizado por aquella hermosa melodía.

Al entrar en ella, vio a una chica que recién se estaba bajando del escenario. Ella tenía un aspecto demasiado inocente y elegante para estar en ese lugar.
Johan no se había movido de la puerta. Apenas había entrado parecía petrificado, tanto como por la hermosa voz que había escuchado, como por la que era dueña de aquélla voz, que rostro más perfecto no había visto jamás.
La damisela que iba bajando del pequeño y sucio escalón en el que había cantado, era simplemente maravillosa; su pelo rubio ligeramente cobrizo y ojos verdes no podían menos que maravillar al pintor.

El barullo que había ahí apenas había distraído lo suficiente al Sr. D'Arath como para darse cuenta del lugar en que se hallaba. Era, como ya se dijo, una taberna humilde, donde la gente bebía y cantaba, a favor de los presos, los curas, la familia, y de todas aquéllas cosas por las que brindan esos pobres seres que no tienen algo mejor en qué gastar su miseria que en la gloria de Baco.

Johan olvidó el lugar y volvió a ver a aquélla dama que había cantado apenas unos versos y ya se iba a prisa... Cuando un brazo fuerte la detuvo.
-¡Ah! ¡Qué exquisita dama! ¡Y qué dulce voz tienes! -Digo el hombre que la acababa de sostener fuertemente. El tipo no estaba en su juicio total, pero tampoco estaba demasiado ebrio para no saber lo que hacía.
-¿Y esa boquita linda sólo sirve para cantar o también sirve para otra cosa? -Volvió a decir el repugnante tío que ahora acercaba peligrosamente su boca hacia los tiernos labios de la joven para intentar besarla.

-¡Suélteme! -Ordenó la joven.
-¡Bésame! -Gritó el hombre.
-Caballero -Interrumpió Johan- Debe usted soltar a la joven.
El tipo que hacía un segundo ofrecía sus labios a la damisela, volteó a ver con desagrado al hombre que lo interrumpía en sus intenciones.
-¿Y a ti qué te importa? -Contestó él.
-Me importa tanto -Aseguró Johan- Como que si no la suelta en este momento, os juro que os arrepentiréis.

Algunos que veían la escena comenzaron a reírse del pintor. La figura de él no era para nada lo que tenía en comparación la de ahora mal ganado rival. Johan era un hombre pálido, delgado, de facciones finas, ropas elegantes, una cabellera negra brillante, que caía hasta el fin de la espalda y unos ojos negros intensos que pareciera que penetraban en la mente de los hombres que los vieran.

En cuanto al otro tipo, tenía la barba de tres días, ojos caídos, nariz chata, sombrero de la época, era gordo y fornido, sus brazos denotaban unos músculos impresionantes. Por lo que la presencia de Johan no le era algo preocupante.

-¿Conque sí? -Reprendió el fornido- Bien, tú te lo has buscado niño bonito. -Y dicho esto, empujó a Johan con una facilidad que el pintor estuvo a punto de caer.
Mientras esto pasaba, la damisela no podía zafarse del otro brazo con el que la sostenía el hombre.
Johan había ya previsto que el fortachón lo empujaría, y en el momento en que lo hizo, movió un pie, giró sobre su propio eje, y al punto sacaba una espada. Para cuando terminó de girar, la punta de ésta estaba ya a un centímetro del cuello del fortachón.

-Os dije -Reprendió Johan- Que os arrepentiríais. Soltad a la joven o no serán más amenazas sutiles mis palabras.

El tipo estaba asombrado de la velocidad de su contrincante, y viendo esto, sabía que el "niño bonito" como le había llamado, no bromeaba en lo que decía.

...Y soltó a la joven.

La joven soltó una lágrima producto del susto, sacó un pañuelo con el que se limpió el vestido de corsé rojo sangre que llevaba y la lágrima que escurría en su mejilla. -Esto me pasa por no hacerle caso a mi tutor y meterme en lugares como este ...Será mejor que me vaya .

Se volteó a mirar a su salvador y con una tímida sonrisa en los labios, se acercó y le dio un tierno beso en la mejilla mientras le decía: -Gracias señor. Perdóneme pero debo irme.

-¡Espera! -Dijo el pintor con una inesperada preocupación.
La dama voleó a verle. -¿Sí?
-Tu nombre. Necesito saberlo.
-Lo siento, debo irme.
El pintor, en un desesperado esfuerzo por que no se fuera, la sujetó del brazo con delicadeza... -¿Volveré a oírte cantar?
La mujer, con una profunda tristeza en sus ojos dijo: -Tal vez. Sólo tal vez.
-¡Oh! Es preciso que me lo digáis ahora. De otro modo, os seguiré hasta el fin del mundo hasta volver a oír su voz.
-Entonces me seguirá hasta la tumba. -Dicho esto, se zafó sutilmente del brazo de su benefactor y comenzó a avanzar de nuevo, hacia la salida.

El pintor sólo la vio salir. Después, como reaccionando dos minutos después salió rápidamente del lugar.

Habían pasado unos cuantos minutos, la dama que de modo tan precioso había cantado en la taberna una canción llamada "Veni, Veni, Venias". El pintor no podía quitarse de su cabeza aquéllos versos que describían tan perfectamente a la linda damisela recién conocida:
pulchra tibi facies
ocolorum acies,
capillorum series,
Oh, ¡cuan clara species!

Y mientras pensaba la alcanzó a distinguir a lo lejos, dando vuelta a una calle.

La dama caminaba tranquila, pero velozmente por las miserables calles de esa zona casi marginada. Evitaba cualquier persona que veía; se cubría el rostro... Seguía caminando.

Así fue hasta que al dar vuelta en una calle, vio de frente, a una figura, cual fantasma aparecido, al tipo que le había salvado hacía no más de diez minutos.

-Hola de nuevo. -Dijo él.
La mujer estaba visiblemente sorprendida. -¡¿Cómo llegaste tan rápido?!
El hombre, desviando la mirada, contestó: -¿Corrí? Tan sencillo como eso.
-No os veo fatigado.
-Er... Bueno, estoy acostumbrado a una vida agitada. ¿Pero qué importa eso? No es bueno para una dama como vos caminar sola por estas calles. ¿No preferís un carruaje?
-No. Gracias. Así lo hago cada que me escapo.
-Ah... No es bueno que alguien de la nobleza vaya sola, desprotegida y más en una zona como ésta. Alguien puede haceros algo.
-Lo sé. Ya lo han hecho. -Dijo bajando el rostro.
-¿Y no aprendéis? ¡Ah! ¡La juventud! Y eso es una razón más para admiraos.
-¿Que quiere de mí?
-Nada. Sólo conoceros. Y volver a oíros cantar.

La mujer se calló. Quedó pensativa unos instantes, y levantó la cabeza hacia él. -Está bien. Mañana hay una reunión en mi casa. Id ahí. Tal vez cante. -Ella se quita un anillo del dedo y se lo entrega al hombre. -Tenga. Con esto no le negarán la entrada. Pero le advierto todos los miembros de la corte y de la nobleza estarán ahí , y no suelen tratar bien a los desconocidos.
...Malditas arpías.

Por otro lado, si preguntan: usted nunca me vio aquí. ...me conoció en la iglesia donde voy a menudo con mi dama de compañía ...sé que ella me seguirá la corriente. Mi padre murió hace poco y mi tutor no es de la idea que yo luzca el don que tengo.
Dice que las únicas mujeres que se paran en los escenarios son prostitutas...

Ella mira al cielo, para luego continuar: -Señor se ha hecho muy tarde. Y debo irme. Lo espero mañana y platicaré con vos de cuanto guste ...Y no se preocupe: estaré bien ...nada pueden hacerme peor de lo que ya me han hecho.
Además, ¿por qué perderme la belleza y la paz de la noche?

Ella se despide con una reverencia y se retira apresurada

Johan se le queda viendo a la dama que tan apresuradamente avanza por entre las calles.

¿Conque la nobleza no trata bien a desconocidos, eh? Vaya, vaya, ni por ser de la nobleza ella me conoce... ¡qué mal! Johan se reía de lo que la mujer había dicho.
Soy poco conocido, es cierto, ¡pero entre la realeza bien me conocen!

¡Mañana! Creo que es la primera vez en varios años que me gustaría que el tiempo pasara más rápido.

Una noche había pasado y Johan llega a las puertas de una elegante mansión en el barrio más elegante de toda la cuidad. Había mucha gente entrando, algunos saliendo de sus carruajes pudo percatarse de muchas caras conocidas. Bajó de su carruaje y se dirigió a la entrada del lugar. Ahí le enseño el anillo a los guardias del lugar y ellos lo dejaron pasar inmediatamente .

Sin duda que era un lugar muy lujoso. Tal vez una de los más ricas moradas que había visto. Era un lugar enorme, decorado con muchas pinturas de los artistas más famosos de la época, todas las paredes tenían multitud de grabados en oro y en los techos multitud de candelabros que sostenían las velas que iluminaban el lugar .

Johan se dirige con paso firme hacia el vestíbulo en donde puede ver con claridad a la misma chica que conoció la noche anterior, estaba recibiendo a la gente al lado de un hombre de pelo café cobrizo hasta los hombros. Alto, muy blanco con ojos azules, vestido con un traje de gala hecho a la medida de color negro.

Johan no podía contener la emoción por ver a la muchacha, se veía deslumbrantemente hermosa y elegante. Por fin tras salir del impacto y la emoción inicial decidió acercarse

-Señor. -Dijo ella haciendo una reverencia. -Mi lady. -Dijo él besándole la mano, mi nombre es Johan D´Arath tuve el gusto de conocer a mi lady en la iglesia hace unos días y ella conocedora de mi profesión decidió invitarme, espero que no le cause ninguna molestia.

-De ninguna manera. -Contestó el hombre- Mi nombre es Lord Meleazab, y soy el tutor de Lady Demeret

-¡Lord Meleazab!-Una dama de pesado traje anaranjado se dirigió al caballero de ojos azules, riéndose. -Confío en que vuestra merced me dedicará un baile. Es lo menos que puedo esperar de un caballero como vos. O eso dice mi hermano Domenico.

La dama dirige una cálida mirada a Meleazab y una pequeña sonrisa a Lady Demeret- "Magnífica interpretación, señora"-. La cantante parece sentirse algo azorada bajo la mirada de la hermosa dama por un instante, pero saluda con una reverencia y da las gracias elegantemente.

La dama repara entonces en D´Arath, deja de juguetear con el crucifijo que pende de su cuello, y tiende la mano con la naturalidad propia de una rica comerciante italiana.

-¿No me vais a presentar a su invitado, Milord? En ese caso tendré que hacerlo yo: Me llamo Constanza Rossellini, señor. Si sois aficionado al arte conoceréis a mi hermano, Domenico. Le encanta comerciar con la belleza. No os dejéis caer en sus manos u os destrozará la velada. Pero no os preocupéis. -Y ríe de nuevo- Mi sobrina de trece años me ha prometido que se escondería y Domenico se está volviendo loco buscando a Berenice. Con un poco de suerte ni os cruzaréis con él. -Y vuelve a sonreír.

Johan reparó en aquélla dama tan alegre que acababa de saludarlo. Se presentó como el pintor que muchos conocían ya.
Al hacerlo, Lady Demeret se sorprendió de eso, pues entonces lo reconoció. Después, se unió a la conversación por espacio de una media hora, hablando de arte, pintura, escultura, arquitectura y literatura. Aunque la conversación era amena, Johan no dejaba de contemplar con ojo discreto a Lady Demeret.

Cuando la música comenzó a sonar y se anunció el inicio del baile, Lady Constanza tomó la mano de Lord Meleazab.
Al mismo tiempo, Johan tomaba la mano de Lady Demeret y la llevaba al otro lado del salón para bailar con ella un poco más despejado del resto.

Mientras bailaban, le hablaba al oído.
-¿Cantareis esta noche? -Preguntó él.
-No lo sé. Ya os dije ayer que eso no le gusta a mi tutor.
-¿Qué es necesario que haga para que pueda oíros cantar de nuevo?
Lady Demeret sonreía. Aquélla sonrisa tenía enfrascado en una mirada idiota, como todos los enamorados, al pintor Johan.
-¿De qué te ries?
-De que para que yo cante, es necesario que lo convenzas a él -Dijo, señalando con su mirada a Lord Meleazab, su tutor.

Además, Señor, no sería muy bien visto en una reunión de esta clase, no lo sé... no estoy segura, podría recitar algo para usted, dijo ella con expresión tímida, de todas formas usted ya sabe donde puede escucharme cantar .

-¿Recitar? -Preguntó él.- No es para nada mala idea. De acuerdo. Si vos podéis hacerlo, entonces recitad pues.
-Entonces habrá que esperar a que el baile acabe.
-¿Y recitarás para todos o solo para mí?

La verdad señor preferiría que fuera para sus oídos solamente después de todo le debo la vida. Ella le toma sutilmente de la mano, y dice con una expresión de inocencia y miedo, esperemos dos piezas y después... si no ahí inconveniente con usted iremos al jardín: ahí le recitaré.

Johan no podía ser más feliz. Aquéllas palabras parecían que le devolvían la vida.
Pasaron las dos piezas y después, se fueron al jardín. Al parecer parecían ser los primeros en llegar ahí. Mientras ellos iban, Constanza continuaba bailando con Lord Malzaeb.
Al fin llegaron al jardín. Lady Demeret se sentó en una banca frente a una hermosa fuente de alabastro, al tiempo que invitaba a Johan a sentarse con ella.
Y la poesía comenzó.
Ella mira a la luna y comienza a hablar , con una voz tan dulce como su canto

Luna amiga,
Amada... amada vieja,
De esta alma consejera,
Busco hoy en tu respiración,
La paz perdida,
Quizá un consuelo a la melancolía,
Hermana temerosa,
De que el olvido mate tu magia,
Madre mía,
Única compañera,
Que lloras por las miradas perdidas,
Que nos miras con tus ángeles,
Las estrellas,
No sufras más por mi,
Quizá algún día tengas mi compañía

Johan no podía dar crédito a lo que acababa de oír. Sus oídos se habían enamorado de esa voz, tanto como él de Lady Demeret, apenas la conociera el día anterior.
Ella se volvió hacia él. -¿os gustó?
-Que si me gustó, pregunta ella. Por supuesto que me gustó, no habría nada en el mundo que me hiciera más feliz que tu poesía de esta noche.
Muchas gracias. ... Nadie me había hecho sentir tan especial como lo ha hecho usted esta noche, el poema no fue nada, es sólo mi manera de agradecerle el haberme ayudado ayer. No sé que más hacer señor usted me salvó y es solo así como yo puedo recompensarlo. Ella le toma de las manos y se acerca a él, dulcemente le da un pequeño beso en la mejilla, se separa temerosamente. -Créame señor que esto no lo olvidare nunca.
-Ni yo tampoco olvidaré esto que tú haces por mí. Si bien yo te salvé la vida, tú ya le has dado con este poema, este beso y tu dulce voz, un sentido a mi vida. Y eso jamás podré olvidarlo.
Johan duda en preguntar, pero después se anima.
-Disculpadme, Milady Demeret, ¿estáis comprometida ya?

Ay señor... ¡qué preguntas hace usted!, dice la dama un poco ruborizada, para posteriormente contestar: -No señor. No lo estoy y dudo estarlo jamás .
En ese momento ella abre la boca en un intento fallido por respirar comenzando a toser con matices de asfixia, tras un minuto de convalecencia ella cae desmayada y la mano que le cubría los labios ahora esta llena de gotas de sangre. Tras un esfuerzo por contener su instinto más básico, Johan comienza a gritar -¡Por todos los cielos un medico! ¡Por favor un medico!
De entre los arboles sale una chica corriendo con un frasco en las manos, ella se acercó a la chica y a Johan diciendo -Soy Malena, su dama de compañía. No se preocupe... pasa todos los días.
-¿Pero qué le pasa? -Preguntó Johan con aire de asustado.
-Los mejores médicos la han visto y le llaman colapso... tuberculosis pulmonar. No se preocupe, pronto volverá en si.

Al ver que la chica comenzaba a respirar, Malena se alejó diciendo: -¿Ya ve? Se lo dije.

Al volver en sí, la chica se levanta rápidamente de los brazos de Johan diciendo: ¡Por Dios! ¡Discúlpeme por favor! Toma un pañuelo de su bolso y se limpia rápidamente la mano ensangrentada librando de la tentación a Johan. Éste, con un sentimiento de alivio le roza el rostro preguntándole: -¿Estás bien pequeña? -Después de un largo silencio, ella contesta: -Si... eso creo... Ésa es la razón por la que no estoy comprometida ni lo estaré nunca.

-Ay señor me ha asistido una vez más, usted se ha convertido en algo así como mi ángel guardián. -Ella se le acerca y le da un tímido beso en los labios tomándolo por sorpresa. El sabor a sangre los labios de la chica pone una vez más en conflicto a Johan. el cual se aleja.

Disculpe usted señor mi atrevimiento es que si me permite decirlo usted me parece muy atractivo, ella se ríe tras la reacción de Johan y dice volvamos a la fiesta ya han sido demasiados mis atrevimientos y he tenido demasiadas emociones para una sola noche

Johan era ya de por sí pálido. Sin embargo, su palidez se acrecentó con el beso que le imprimió Lady Demeret. ...Y más que por el beso por el sabor que había en él. Ese sabor especial que tiene la sangre y que al pintor volvía loco.
Sin embargo, ella no se percató de ello, puesto que ya se había levantado para volver a la fiesta. Johan se levantó muy rápido y ofreció su brazo a la dama. Ella lo tomó y entraron de nuevo.

El baile era aburrido, como siempre en las fiestas aristócratas. Sin embargo, Johan fingía muy bien su impaciencia. Después de algunos minutos comenzó a buscar por todo el salón si encontraba alguna cara conocida. Nada. España no era muy conocida para él, a pesar de que el país le conocía bien.
De pronto, se percató de la blanca cara de Lord Meleazab que lo miraba de reojo. Johan se acercó al Lord y comenzaron a platicar.

Lord Melezab se puso a un lado de Johan, dejando a las damas platicar apartándose a escasos pasos de ellas. –Hermano, veo que te gusta mi pequeña joya... -Johan se extrañó ante la expresión de Meleazab, pero en sólo unos segundos entendió por que le había llamado así. -Una chica extraordinaria y hermosa sin duda. -Dijo Johan. Melezab se puso en frente de él para evitar las miradas curiosas y con una expresión sarcástica empezó a decir: -El iluso de su padre la dejo a mi cuidado, sin saber mucho de mi, usted me entiende... Ella es una de las damas más ricas que cualquier hombre podría conocer, él me confirió la tarea de conseguir que ella se casara con un noble.
”Sin embargo he decidido que ella es mía. Para que una flor como ella de el fruto que uno quiere hay que esperar y sé que no será mucho. ¿Sabe Johan? Su enfermedad me ha facilitado mi tarea de alejar a los idiotas cortesanos de ella. Hermano, es inútil que te preocupes por ella ... No sufrirá por mucho tiempo

La mirada de Johan se tornó en una mirada de odio hacia quien le hablaba. Reconocía en él a uno de los de su tipo.
-Vos sois tan indigno de ella como lo soy yo.

A mí eso no me importa. Sólo acortaré su sufrimiento ...¿Entiendes a lo que me refiero? ...Para eso no se necesita ser digno,

Johan no puede creer la maldad de Meleazab. Después de eso, se voltea visiblemente enojado. Procura calmarse en el jardín.
Minutos después, Lady Demeret aparece junto a él.
-¿Qué os pasa, caballero? Lo noto preocupado. -Preguntó ella.
-Nada que no se pueda arreglar, Milady, no os preocupéis.
-Entonces contadme, pues.
-Os repito que no es nada. ¿Que edad dice vos que tiene?
-Tengo 20 años -Contestó ella con cierta timidez, para luego agregar -Es muy severo, ¿verdad? -Mirando a su tutor- Por cierto, como usted no me lo han preguntado, mi nombre es Katrina y me gustaría que me llamara así.
Espero que no le parezca atrevido de mi parte pero tengo una pregunta ¿Por qué me preguntó usted si estaba comprometida?
A lo que Johan contesté con una extraña seguridad: -Por que quiero casarme con usted.
-¡Señor! ... No estoy para juegos. Eso es algo muy serio y usted casi no me conoce.
-No es necesario conocerla más, me tiene hechizado.
-Él toma de la mano a la chica y le dice hincándose enfrente de ella: -Katrina, ¿desea la mujer más maravillosa que he conocido casarse conmigo?
-Ella se sonrojó inmediatamente y le dijo con lágrimas en los ojos esto es lo más maravilloso que nadie me ha dicho...¿Está usted seguro?
-Sí lo estoy. -Dijo mientras la besaba tiernamente en los labios- Pero mi pequeña, yo pregunte primero. ¿Cuál es su respuesta?
¿Mi respuesta? Ella se queda pensativa unos minutos para después contestar ... Pero señor, yo estoy muy enferma ¿Seguro está usted de quererme como esposa?
-Podría vivir contigo una noche. Pero no podría estar sin ti por toda la eternidad. ¿Qué me dices? ¿Aceptas?

-Está bien. Acepto. Pero no podemos anunciarlo... Aún no sin la tradición del anillo de compromiso.
-Mi niña -Dijo él mientras sacaba una caja del bolso de su saco. La abrió mostrando una delgada pulsera hecha de un sólo diamante, el la sacó de la caja y se la puso en al muñeca derecha diciéndole: -No es un anillo, yo lo sé, pero la compré hace mucho para la mujer que fuera ser mi esposa y hoy la traje pensando en ti.

-¡Por todos los santos! ¡vaya que usted va en serio!
-Es hermosa Johan. La usaré siempre mientras viva.

-El problema -Dijo tristemente Johan- es su tutor; que dudo mucho que acepte. ¿Usted me entiende? Él no aceptará, recién me lo dijo. De modo que no podemos hacerlo oficial. Tendremos que huir.
-No señor. Esto lo vamos a hacer oficial quiera o no mi tutor. Esperadme un momento.

Ella de alejo en dirección de Meleazab. Al llegar a él, ella le dijo: -Mi querido tutor me voy a casar con el señor D’Arath y como sé que seguro te vas a oponer, te voy a decir una cosa: Mi señor, yo soy adulta ya, y si usted quiere disponer de la herencia que le dejo mi padre, le conviene que yo me case ya que si usted se opone, perderá su empleo y su herencia en este instante, ¿entendió?

Meleazab miró a Katrina diciendo: -Está bien haz lo que quieras. Solamente te recuerdo que no te durará mucho el gusto y tu sabes por qué. Estoy seguro de que solo quiere tu herencia

El no la necesita, dijo enseñándole la pulsera, y lo del tiempo ... Ese es mi problema.

Ella volvió al jardín y tomando de la mano a su amado le dijo: ahora sí señor, podemos anunciarlo.
Johan había visto todo lo que había sucedido. Estaba sorprendido. Feliz, es cierto, pero sorprendido, no cabía duda. Su expresivo rostro no demostraba otra cosa.
Cuando Lady Demeret se le acercó ya era el hombre más feliz de la tierra.
-Bien, pues, sea. Anunciémoslo. -La tomó de la mano y la condujo de nuevo hacia dentro de la grandiosa casa.
Pasaron por entre los invitados que ya conversaban y el tema principal era el baile final que estaba maravillosamente preparado por los sirvientes de Meleazab.
Justo antes de anunciarse ese. Sonó una campanilla, y después de eso se hizo el silencio. Lady Demeret se paró delante de todos los presentes y anunció:
-Damas y Caballeros de la nobleza española: ¡Les hago saber que próximamente se habrán de vestir de fiesta!
”Esta noche tenemos el gusto de anunciarles -Ella toma de la mano de Johan- que el señor Johan d´arath y su servidora nos casaremos en un mes.

Toda la gente aplaudió y los felicito al oír la noticia. Katrina fue rodeada por muchas mujeres que admiraban la pulsera que le había dado Johan
-Es hermosa sin duda.
-Una joya magnífica.
-Haz de estar feliz, pequeña -A lo que ella contestaba: -Sí, claro que lo estoy.

Mientras tanto Meleazab se acercó a Johan, aparentado que iba a felicitarlo cuando le dijo: disfrútalo mientras puedas, por que no te durará mucho el gusto “hermano”, y ten cudado con lo que haces, tú sabes a qué me refiero, porque si alguien logrará que se adelante en el camino: ese soy yo.

Meleazab se alejó de Johan, el cual fue a abrazar a su novia y continuaron con la fiesta
La fiesta continuó por unas horas más. El baile final se prolongó debido a esta noticia. Las damas maravilladas por la pulsera y la noticia felicitaban tanto al novio como a la novia por semejante actitud maravillosa ante la vida.
El pintor era feliz, sin duda.

Y al fin, terminó la fiesta. A eso de las cinco de la mañana ya todos se habían ido. Y Johan se despedía muy efusivamente de su comprometida. Para después salir corriendo antes de que el sol pudiera iluminar levemente la ciudad.
Katrina contaba las horas para el gran día y se preocupaba de todos los preparativos de la boda. Sin embargo su relación con Meleazab se volvió cada vez más distante ya que era notorio su desprecio a Johan.

Hasta que un día ella decidió hacerle ver que era mejor así y aparentemente él lo entendió.

Incluso facilitó la relación entre ellos, y Katrina nunca sospechó de las negras intenciones del hombre que algún día le haría tomar una decisión que cambiaria su destino para siempre
Los preparativos ya habían terminado. Y al fin, faltaba una noche para la gran celebración. Toda la alcurnia de la ciudad estaba invitada a la fiesta. Aunque Katrina y sus damas habían conseguido casi todo, la fiesta corría por cuenta de Johan quien se encargaría de que todo tuviera la fastuosidad merecida.

Katrina había estado muy nerviosa por la boda lo que no ayuda nada a su enfermedad, lo que tenía muy nervioso y en conflicto constante a Johan

Pero Johan amaba demasiado a Katrina, y tan de repente la amó, que no le importaba su enfermedad. De cualquier modo, él era inmensamente rico y para sí pensaba que podría curarla algún día.
Y así, llegó el día de la boda.
Katrina se despedía de Meleazab diciendo solamente: -Mi querido protector, a partir de esta noche ya no estaré a tu lado, cuídate y nos volveremos a ver,

Algún día lo estarás niña mía. Algún día lo estarás. -Dijo el con voz serena.

Ella no entendió sus palabras en ese momento pero lo haría dos años después.

A la boda estaba invitada toda la ciudad. Ricos y pobres. Honrados y Bandidos. Y se daba en un gran palacio el festín.
No se requería invitación. Tan solo estar enterado para poder entrar. A Johan no le importaba las distinciones ni las clases sociales.

Bien se puede comprender la cantidad tan grande de gente que arribó al lugar. Y sin embargo, todos alcanzaron alimento.

La fiesta fue una de las más fastuosas que se dieron en la ciudad por varios años. Nadie esperaba que un hombre, aparentemente salido de la nada poseyera tanta riqueza. La fachada de su palacio no era tan impactante como lo era el interior.

Y pasaron las horas, bailes, risas, alegría y nada más que no fuera positivo sucedía en el lugar. Lo único que mantenía preocupado a Johan era la sonrisa maliciosa que guardaba Meleazab para con él. No la entendía. Pero no importaba. Él era feliz.
... Y sabía que Katrina lo era también.

Al cabo de un rato de fiesta, entre el ruidoso barullo, los besos de los enamorados, la comida, los hambrientos y la aristocracia...

Suena una campana, que produce que todos guarden silencio. La pareja feliz avanza por entre la gente y da su anuncio:

"Damas y Caballeros: Mi amada: ahora esposa y yo nos iremos de aquí ... Por un tiempo solamente. Esperamos volver pronto, se quedan con la presencia de la servidumbre.
Pueden quedarse hasta la noche de mañana, por mí no hay problema, hay lugar para todos. Tan solo soliciten habitación y les será otorgada.
Sean felices como lo somos ahora...

Hasta la vista"

Ese fue el mensaje de despedida que Johan dio a la muchedumbre para después caminar otra vez por entre ella, en medio de aplausos, felicitaciones, confetis, música, alegría y algarabía.
Desde esa noche en adelante, Johan y Katrina, comenzaron su vida juntos, sin imaginarse siquiera que no les duraría mucho tiempo

Después de la luna de miel que podría decirse... fue como cualquier "luna" normal, regresaron a Francia, donde Johan estaba aún mejor establecido que en España. Las cosas de Katrina llegaron al nuevo hogar de la pareja a los dos días de que ellos llegaran.
Si bien era cierto que la vida de Johan era un tanto peculiar, a Katrina no le preocupaba tanto. Estaba acostumbrada a la vida nocturna, al igual que con su mentor, pues así era. Johan alegaba exposiciones, presentaciones, inauguraciones, visitas reales y aristócratas en el día. Pero por mera formalidad. Sin embargo, las noches eran maravillosas. Katrina jamás se aburría con él. Y él... jamás pasó un momento que no fuera maravilloso al lado de su amada.

Sin embargo la felicidad no podía durar. Katrina volvió a enfermarse, presentando una vez más los síntomas del colapso pulmonar. Johan no sabía que hacer, la llevó con los mejores médicos y hasta con curanderos, y todos daban la misma respuesta: “Señor lo siento mucho está agonizando.”

Johan no podía hacer nada, su amada moría lentamente y enfrentaba la decisión mas dura de toda su vida: dejarla morir, o condenarla para siempre.
Johan conocía la leyenda de "no abrazar al amor". Sabía que si abrazaba a su amada, ella lo podría odiar para siempre y tenía el dilema todo el tiempo en la cabeza: "condenarla y verla viva de lejos... o dejarla morir y amarla eternamente".

Una noche, cuando Johan no estaba en la casa, Meleazab se presentó nuevamente después de casi dos años de ausencia.
El entró a la recamara de Katrina. Ella estaba con un pie en la muerte y el otro en este mundo. El escribió una nota que dejo en la cama. En ella estaba escrito lo siguiente: “Katrina aún no ha muerto pero jamás volverás a verla”

Meleazab cargó a Katrina, ella en un intento por resistirse, le sacó un anillo de la mano, con la heraldica de Meleazab. Él le hizo algún tipo de hechizo pues cuando ella despertó estaban ya demasiado lejos, y todo en su vida estaba apunto de cambiar

Johan llegó esa noche a su casa, como todas aquéllas en que se "alimentaba". Pero la sorpresa fue mayúscula al encontrar la carta de Meleazab... y el anillo tirado en el piso.

El grito desgarrador que brotó de la garganta de Johan no se hizo esperar y su servidumbre quedó aterrorizada al oír semejante dolor de una sola garganta.

Pasaron los meses...

La casa estaba en ruinas, todo había sido quemado. Y Johan estaba muy lejos de ahí. Buscando un motivo para no dejar de existir.

FIN.

Por Johan D’Arath, Varuka,
y una pequeña intervención de Berenice.

Lionel
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